19 de enero de 2008


Mi planeta musical no ha dejado de dar vueltas desde mi anterior entrada. El último concierto, viernes 11 de enero en la Casa de la Cultura de Fuengirola, fue interesante, de lo mejor que he vivido como músico. Aquí hay una bonita crónica: http://iloblog.alvaeno.com/letras?Home&post=132


Pero mi intención era hablar de otra cosa. Ha muerto Bobby Fisher y yo me siento triste. Se ha apagado la vida de uno de los héroes de mi infancia. Él solito derrotó al gran ejército ajedrecista soviético. Mente más que privilegiada, mente única. Cómo es posible que alguien así, dotado de un coeficiente intelectual superior al de Einstein, se convirtiera en lo que se convirtió. Paranoico, apátrida, racista... Impresiona verlo con esa pinta de mendigo en una de las últimas fotografías que se han visto de él.


Mi mundo va a ser un poco más gris sin Bobby. El último habitante de un país muy lejano, muy raro, ¿el país de la coherencia? Quizás acabó así por ser demasiado coherente. Esta no es la época de la coherencia, desde luego. Nadie puede ser hoy completamente fiel a lo que siente. O te doblegas más de una y más de dos veces, o la sociedad acaba por despojarte de tu dignidad. Demasiado poder le hemos dado a ese ente que llamamos sociedad. Apunte para un futuro cercano: la sociedad descubrió la dichosa informática y ahí empezó el gran proceso de pérdida de la libertad individual.


En fin, la desaparición de Bobby, que me conduce hacia pensamientos extraños. Consuela el hecho de saber que la muerte sigue siendo indudablemente un descanso para quien la experimenta. Al fin, la infernal maquinaria mental del gran ajedrecista se ha detenido. No es difícil adivinar el enorme sufrimiento que se escondía tras esa descuidada barba y esos ojos tristes.


Descanse en paz mi admirado Bobby. No me extrañaría que el buen Dios estuviera esperándole a las puertas del Paraíso, para jugar al ajedrez con él.